- Habrá que llevar calzado cómodo. ¿A que es una estupenda idea, hija?
La estaba pegando. ¿Desde cuándo lo hará? ¿Y por qué nunca me lo contó? No debí haber salido huyendo. Pero el miedo se apoderó de mí.
- Cuando tu tía me lo propuso me extrañé bastante, no había pensado nunca en ello.
El miedo es una sensación de angustia; pero también te hace cometer estupideces. Como la que había hecho yo al salir corriendo de su casa.
-¡Pero es una idea genial! ¡Además así podremos pasar más tiempo en familia! ¡Estoy muy feliz! ¡Más feliz que una perdiz! -continúa risueña-.
Tenía que arreglarlo. Quizás no sería buena idea ir a su casa.
-¿Me estás escuchando?
Igual es mejor llamarla al timbre y que baje ella.
-Hija, ¿te encuentras bien?
¿Pero y si su padre no la deja salir? ¿Y si sigue pegándola todavía? La idea me provoca escalofríos. ¿Estará al tanto su madre? ¿Debe decírselo directamente a ella o esperar a que su amiga le de el consentimiento?
-¡Escúchame!
- ¿Qué?
-¿Se puede saber en qué estás pensando?
- Mamá, hablamos luego, me tengo que ir.
-¿Qué? ¡Si acabas de llegar!
No la contesté, salí por la puerta dejándola ahí de pie con una mirada incrédula.